jueves, 8 de marzo de 2012

Mi otra familia

Desde que leí algo acerca de los matrimonios dobles y triples, esto no ha dejado de resonar en mí, en sucesivos pensamientos; ya que, desde mucho antes de saber sobre esto, he tenido, muy a menudo, sueños nocturnos en los que convivo con una familia de hermosos amigos y amigas, bellas y sencillas personas todas ellas, que conocen el sutil arte de disfrutar de la vida. En estos sueños, a veces aparecemos paseando por las calles, o bien compartiendo un piso o una casa, en la que vivimos todos juntos, pero también revueltos. En estos sueños siempre, y repito, siempre, se respira una atmósfera agradable entre nosotras: festiva y alegre por el día, serena y amorosa por la noche. Entre nosotros, los miembros de la familia, nunca hay discusiones acaloradas, ni siquiera discusiones, ya que no nos tomamos las propias opiniones (ni las ajenas) tan en serio como para enzarzarnos en disputas banales; más bien bromeamos todo el tiempo, o disfrutamos del silencio entre charla y charla. Todos nos sentimos libres de ir y venir, de decir o callar, pero nunca de imponerle nuestro pensar o parecer a otro. Por la noche, cuando llega la hora de dormir, las conversaciones no suelen alargarse más de lo necesario en la sala de estar, ya que nos las llevamos al dormitorio. En estos sueños me paseo por los pasillos abriendo en silencio las puertas de las habitaciones, buscando el lugar, o quizá la o las personas con las que me apetece descansar esa noche, ya que a veces, esta o aquel, deciden dormir a solas, o quizá la familia se separa en grupos de dos, tres o cuatro personas para irse a la cama. Otras veces nos acostamos todos en la misma habitación. Es fantástatica la emoción que siento cuando al entrar en los dormitorios veo recostados en la penumbra, a veces durmiendo otras charlando en voz baja o en susurros, abrazados, o haciendo el amor, a los miembros de mi familia. Entonces encuentro mi lugar entre ellos, y me acuesto junto a la persona que iba buscando de dormitorio en dormitorio, y la abrazo con ternura. Cierro los ojos, con el pecho palpittante de amor y el corazón desbordante, gozoso de alegría. Nada me falta entre ellos; la tribu, mi otra familia.