viernes, 24 de mayo de 2013

Mi amante gorgona


"¡Apenas veo tu cara!", le dije a la que por aquel entonces era mi amante. Estábamos ambos tumbados en la cama, casi en completa oscuridad, sólo la tenue y diminuta llama de una vela se resistía a que la oscuridad lo invadiera todo. Yo acababa de ponerme sobre ella: "¡Apenas veo tu cara!", dije, "¿Tú ves la mía?" En ese momento su rostro se iluminó, y mi sangre se heló de horror: sus ojos ahora amarillos y refulgentes me miraban fijamente, su boca enorme y entreabierta sonreía mostrando dos hileras de dientes puntiagudos, su frente estaba marcada con profundos surcos y fruncía el ceño, y sobre su cabeza una maraña de serpientes se retorcían con avidez.


"¡No puede ser real! ¡Esto debe ser una alucinación!", pensé estremecido. Sabía que ella estaba esperando un beso, pero sentía pavor y repulsión. Pero me armé de valor y la abracé mientras la besaba. La temible visión cesó inmediatamente.

Unos pocos días después, estando ambos en su casa de campo, durante una conversación aparentemente casual, me habló de un chico con el que había estado emparejada hacía unos años. Como ella misma me relató, estaba metido en una secta gnóstica donde "le habían lavado el cerebro". Me contó entre sonrisas irónicas que aquel muchacho cortó con la relación porque en aquella secta le habían convencido de que ella era una gorgona de los "mundos inferiores".

jueves, 23 de mayo de 2013

Real

Según la Real Academia Española:
real1.
(Del lat. res, rei).

1. adj. Que tiene existencia verdadera y efectiva.


real2.
(Del lat. regālis).

1. adj. Perteneciente o relativo al rey o a la realeza.


Durante la Edad Media todo aquello que formaba parte del reino, todo aquello que quedaba dentro de sus límites, lo que no estaba más allá de sus fronteras, era lo considerado como "realidad", es decir, lo que tenía "existencia verdadera y efectiva". Lo que existía más allá de sus muros y concepciones no era considerado real.


miércoles, 8 de mayo de 2013

Ecrucijada


Érase una vez un muchacho que caminaba dividido y desorientado en cada uno de los senderos por los que andaba, cuando justo en medio de una encrucijada, donde todos los caminos convergían  en uno sólo, un Tengu apareció de la nada, que mirándolo fijamente se cruzó de brazos, como esperando a que se aproximara. Una a una, las partes divididas del muchacho se acercaron con cautela al demonio manteniendo una distancia prudencial, deteniéndose una al lado de la otra en una misma fila. El Tengu sonrió con una horrible mueca, y todas las partes del muchacho temblaron de terror.


¡Al fin nos encontramos! -gritó el Tengu con voz desgañitada, y con un movimiento de brazo, señaló con un letrero que había en la orilla del sendero: <<Camino del Perro Celeste>>. Todas las partes del muchacho se volvieron a la vez, y contemplaron los diversos senderos que habían recorrido hasta llegar allí, borrosos entre la bruma. El muchacho comprendió que no había vuelta atrás, y decidido a seguir el camino que se extendía ante sí, dio un paso al frente. En ese momento todas sus partes separadas se unieron de nuevo, y volvió a ser un único ser completo e indiviso.
Una carcajada se alzó en el valle como llevada por el viento; el demonio había desaparecido. Por un instante el muchacho pensó que el Tengu se había vuelto invisible y que ahora se burlaba de él, pero de inmediato tuvo la certeza de que aquella risa que hacía eco en las lejanas montañas, era su propia risa retumbando en cada célula de su ser.



Tien Gou Dao