Estas son algunas de las enseñanzas verbales que recibí aquella noche. Leer las siguientes palabras escritas no significa necesariamente entenderlas profundamente, para ello, me aventuro a asegurar que habría que vivirlas en las propias carnes, como me pasó a mí aquella noche.
¿Dónde queda el límite entre la locura y la cordura? Recordé las veces que estuve a punto de perder los estribos y volverme un torbellino de destrucción, y los momentos de soledad y desesperación. Recordé a todos los desequilibrados que han pasado por mi vida, y a todos aquellos que jamás conoceré. Recordé a todos aquellos que están encerrados en manicomios por comportarse o pensar de manera diferente a las convenciones sociales. Lloré, lloré por ellos y por mí, por todo el sufrimiento y la obsesión en nuestras propias vidas, y por todo el rechazo y la marginación que sufrimos.
En un momento en que salí del círculo para ir a orinar, tuve la sensación de que alguno de los allí presentes había salido justo detrás de mí y venía siguiéndome los pasos, como queriendo decirme algo. Al volverme vi que tan sólo era mi sombra. "Lo más temible para un heyoka es su propia sombra". Después al caminar un poco más y acercarme a unas plantas para mear allí, vi que ahora la sombra la tenía frente a mí. "Sólo hay algo más temible que te persiga tu sombra, y es que vaya por delante de ti, guiando tus pasos".
Recordando que iba disfrazado con falda negra, colgantes con amuletos, y un sombrero picudo de color azul marino, comprendí que el heyoka emplea su disfraz para llamar la atención, hacer reír, asustar, o sorprender.
La deshonra y el deshonor son los más altos cargos, la miseria es el más alto puesto. El auto-desprecio y la burla a uno mismo es el camino de mayor responsabilidad para con uno mismo. No hay mayor alegría y satisfacción que ser el último, el tonto, el patán.
El loco, el desequilibrado, el diferente, debe reconocerse como tal, y asumir que lo es con el mayor orgullo y dignidad. Debe hacer de su peculiar manera de percibir el mundo su profesión, hacer de ello su camino espiritual. Los que siguen la convenciones sociales deben aprender del "loco" a no temer sus propios impulsos, y tampoco los de los demás.
Los comportamientos fuera de lo común, sólo parecen extraños o pueden llegar a infundir miedo porque no estamos acostumbrados a ellos. Este es el camino del heyoka; el payaso sagrado acepta vivir como un loco, se convierte en loco de hecho, para mostrar todo aquello que los demás no se atreven a ver, así como todo aquello que no pueden llegar a imaginar.
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