Érase una vez un muchacho que caminaba dividido y desorientado en cada uno de los senderos por los que andaba, cuando justo en medio de una encrucijada, donde todos los caminos convergían en uno sólo, un Tengu apareció de la nada, que mirándolo fijamente se cruzó de brazos, como esperando a que se aproximara. Una a una, las partes divididas del muchacho se acercaron con cautela al demonio manteniendo una distancia prudencial, deteniéndose una al lado de la otra en una misma fila. El Tengu sonrió con una horrible mueca, y todas las partes del muchacho temblaron de terror.
¡Al fin nos encontramos! -gritó el Tengu con voz desgañitada, y con un movimiento de brazo, señaló con un letrero que había en la orilla del sendero: <<Camino del Perro Celeste>>. Todas las partes del muchacho se volvieron a la vez, y contemplaron los diversos senderos que habían recorrido hasta llegar allí, borrosos entre la bruma. El muchacho comprendió que no había vuelta atrás, y decidido a seguir el camino que se extendía ante sí, dio un paso al frente. En ese momento todas sus partes separadas se unieron de nuevo, y volvió a ser un único ser completo e indiviso.
Una carcajada se alzó en el valle como llevada por el viento; el demonio había desaparecido. Por un instante el muchacho pensó que el Tengu se había vuelto invisible y que ahora se burlaba de él, pero de inmediato tuvo la certeza de que aquella risa que hacía eco en las lejanas montañas, era su propia risa retumbando en cada célula de su ser.
¡Al fin nos encontramos! -gritó el Tengu con voz desgañitada, y con un movimiento de brazo, señaló con un letrero que había en la orilla del sendero: <<Camino del Perro Celeste>>. Todas las partes del muchacho se volvieron a la vez, y contemplaron los diversos senderos que habían recorrido hasta llegar allí, borrosos entre la bruma. El muchacho comprendió que no había vuelta atrás, y decidido a seguir el camino que se extendía ante sí, dio un paso al frente. En ese momento todas sus partes separadas se unieron de nuevo, y volvió a ser un único ser completo e indiviso.
Una carcajada se alzó en el valle como llevada por el viento; el demonio había desaparecido. Por un instante el muchacho pensó que el Tengu se había vuelto invisible y que ahora se burlaba de él, pero de inmediato tuvo la certeza de que aquella risa que hacía eco en las lejanas montañas, era su propia risa retumbando en cada célula de su ser.
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