Mis dientes se desintegran,
se reducen a polvo,
como el que alberga
un reloj de arena.
Así que no me pidas
ni con la mirada,
ni con palabras,
ni con tu indiferencia,
que tenga paciencia.
El tiempo apremia.
Y no recuerdo
haber tenido tanta prisa,
en toda mi vida.
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