viernes, 18 de mayo de 2012

El espíritu del Bufºn SatÂnic0


El bufón no tiene porqué comportarse como un payaso, ni como un excéntrico, haciendo el tonto y llamando la atención todo el tiempo. Si hace el tonto no lo hace para llamar la atención, si llama la atención de los demás no es para hacer el tonto. El bufón es un espíritu libre, lo suficiente libre como para no necesitar del reconocimiento, aplauso y las buenas palabras de los demás.

El bufón es consciente de que quien critica a los demás suele pecar precisamente de tantas actitudes critica; así que el espíritu del bufón no es criticar de manera negativista a los demás, excluyendo de dicha crítica a su propia persona, más bien se vale de la risa más salvaje, la más sutil ironía, el sarcasmo más atroz, la más grotesca imitación, y en su mofa y su burla se contempla e incluye a sí mismo como parte de un mundo en evolución. Por otro lado, cuando alguien le critica o critica a otros poniéndose en una posición de superioridad, el bufón permanece atento, y aguarda impaciente el momento en el que el criticón caiga en su propia trampa, para emplear dicha crítica en su contra y dejarle con el culo al aire.

El espíritu del bufón alza lo bajo y rebaja lo alto: alabar la sabiduría del que no sabe, despreciar la ignorancia del que se cree sabedor. Pues no hay nadie más sabio que quien se sabe estúpido, y nadie más estúpido que quien se cree sabio.

Las mejores herramientas siempre están al alcance. Si un discurso elocuente e inteligente es equiparable a un pastel de mierda, un pedo o un eructo retumbante justo en el momento adecuado, pone la guinda a dicho pastel.

Superar las dualidades o hacer malabares con ellas según le convenga. El bufón puede emplear y jugar con lo bueno y lo malo, lo sagrado y lo profano, y el resto de opuestos; pero también puede pasárselos por el culo, ya que en el fondo no cree en ninguna de esas cosas.

La libertad es el medio y el fin último del bufón. Como medio, el bufón puede decir o callar, hacer o no hacer, reír o llorar, cantar o berrear, brincar o trotar, lanzar improperios o palabras de amor; pero como fin último, si el bufón piensa que hacer alguna de estas cosas podría poner en peligro su propia libertad, puede, (¿porqué no?) tomarse la libertad de no hacerla.